LECTURAS DEL DOMINGO- (ESPAÑOL)



LITURGIA DE LA PALABRA
Vigesimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario
22 de Agosto del 2010





LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 66, 18-21

Así dice el Señor:
--Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia; a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria y anunciaran a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi Monte Santo de Jerusalén --dice el Señor--, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas --dice el Señor.
Palabra de Dios.
SALMO 116

R.- ID AL MUNDO ENTERO Y PREDICAD EL EVANGELIO
Alabad al Señor todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R.-

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R.-
LECTURA DE LA CARTA A LOS HEBREOS 12, 5-7.11-13

Hermanos:
Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: “Hijo mío, no rechaces el castigo del Señor, no te enfades por su represión; por el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos. Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ningún castigo nos gusta cuando lo recibimos, sino que nos duele; pero da como fruto una vida honrada y en paz. Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.”
Palabra de Dios

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 13, 22-30

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó:
--Señor, ¿serán pocos los que se salven?
Jesús les dijo:
--Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: "Señor, ábrenos” y él os replicará: "No sé quienes sois”. Entonces comenzareis a decir: "Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas". Pero él os replicará: "No sé quienes sois. Alejaos de mi malvados". Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y todos los profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrá de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.
Palabra del Señor

REFLEXION DEL EVANGELIO
DIOS QUIERE QUE TODOS LOS HOMBRES SE SALVEN
1.- Tenemos que desterrar, de una vez por todas, la tentación exclusivista: pensar y creer que Dios sólo puede salvar a los que pertenecen a un determinado pueblo, o a una determinada religión. El pueblo de Israel creyó durante muchos siglos que él era el único pueblo elegido y amado por Dios. El reino de Dios se establecería en Jerusalén, y, hacia Jerusalén, deberían mirar todos los pueblos y caminar hacia ella en busca de la salvación de Dios. Siglos después fuimos los cristianos los que creímos y predicamos que fuera de la iglesia de Cristo no podía alcanzarse la salvación. El que no era bautizado en la Iglesia de Cristo estaba irremisiblemente condenado. Lo mismo pensaron, algunos siglos después de los cristianos, los musulmanes, llamando infieles y dignos de condenación a los que no quisieran seguir las enseñanzas del profeta Mahoma. Los hombres siempre hemos querido poner límites y fronteras religiosas y espaciales a la infinita misericordia de Dios. Ya va siendo hora de que dejemos a Dios ser Dios, un Dios Padre de todos y amante enloquecido de todos sus hijos. Ninguno de nosotros merecemos por nuestros propios méritos la salvación de Dios. Pero Cristo murió no sólo por los judíos, ni sólo por los cristianos, sino para conseguir la salvación de todo el género humano. Nuestro mérito, nuestra colaboración, consistirá en dejarnos salvar por Dios, en no poner trabas a la universal voluntad salvífica de Dios. Dios quiere que todos los hombres se salven, sin distinción de raza, sexo, lengua o lugar.
2.- Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor. La corrección del Señor puede llegarnos a través de la voz de la conciencia, o a través de personas que nos quieren y buscan nuestro bien, o a través de una enfermedad, o de otra desgracia o acontecimiento cualquiera. Muchos de los sufrimientos y dificultades que son consecuencia directa de nuestro equivocado proceder podemos entenderlos y aceptarlos como corrección de Dios. También los sufrimientos y dificultades que nos exige siempre el cumplimiento de nuestro deber podemos entenderlo como algo que Dios pone en nuestro camino para purificarnos. El dolor aceptado y ofrecido a Dios como expiación por nuestros pecados podemos entenderlo igualmente como corrección amorosa de Dios. No aceptar la corrección de Dios es rebelarse contra Dios, es no aceptar que Dios es Dios en todos los momentos de nuestra vida, en los tiempos buenos y en los tiempos peores. El autor de la carta a los Hebreos nos dice que si aceptamos la corrección de Dios tendremos como fruto una vida honrada y en paz.
3.- Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Este relato evangélico del evangelista Lucas es, todo él, un alegato muy duro contra los judíos que pensaban que el hecho de que Jesús fuera paisano suyo era motivo suficiente para que el Señor les admitiera en su reino. Jesús les dice que no les conoce y que “vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios”. Los últimos, los que vendrán de oriente y occidente, serán los primeros, mientras que los primeros, los judíos, serán los últimos. Dios no regala su salvación a los que sean de un determinado pueblo o religión, sino a aquellos “que se hayan esforzado en entrar por la puerta estrecha”. La salvación es siempre un regalo de Dios, pero Dios sólo regalará su salvación a los que se esfuercen por conseguirla. Somos libres para aceptar o no aceptar la salvación de Dios, pero aceptar la salvación de Dios supone el estar siempre dispuestos a dejarnos guiar por la voluntad de Dios.